Ayer, 15 de marzo, la Sociedad Argentina de Escritores le entregó a Luisa Valenzuela su prestigioso galardón anual, el Gran Premio de Honor.
El acto se llevó a cabo en el marco de la presentación de la reedición de su Novela negra con argentinos, a cargo del Fondo de Cultura Económica.
Durante la velada, los escritores Miguel Gaya y Silvia Hopenhayn analizaron la obra de Valenzuela y su relación particular con el género negro.
Posteriormente, la actriz María Emilia Franchignoni leyó el primer capítulo de la novela.
A modo de cierre, las máximas autoridades de la SADE, Alejandro Vaccaro, Ernesto Isidro Fernández Núñez y Juano Villafañe, hicieron entrega a Valenzuela del Gran Premio de Honor 2016.
Todo el público presente en la Librería del Fondo y Centro Cultural Arnaldo Orfila Reynal pudo celebrar junto a la autora con un brindis final.
- Todo listo para la presentación de “Novela negra con argentinos”, edición del Fondo de Cultura Económica.
- Presentaciones a cago de Romina Aza, Coordinadora General de Comunicación y Marketing del FCE.
- Una noche de novela: Miguel Gaya, Luisa Valenzuela y Silvia Hopenhayn.
- Una noche de novela: Miguel Gaya, Luisa Valenzuela y Silvia Hopenhayn.
- Otros libros de Luisa editados por FCE.
- Miguel Gaya habla sobre la novela y el policial negro.
- Silvia Hopenhayn y un brillante análisis de la novela de Valenzuela.
- Luisa Valenzuela habla sobre su novela.
- Una sorpresa: los integrantes de la Cátedra González de Tipografía de la FADU confeccionaron tres preciosos libros con textos de Luisa Valenzuela.
- La actriz María Emilia Franchignoni lee el primer capítulo de la novela.
- A pesar de la lluvia y los piquetes…, ¡la sala llena!
- Alejandro Vaccaro, el presidente de la SADE, afirma: “los ganadores del Gran Premio de Honor de la SADE otorgan prestigio a este galardón”.
- Entrega del Gran Premio de Honor de la SADE.
- Luica Valenzuela, con el galardón entre sus manos.
- Unas palabras de Ernesto Isidro Fernández Núñez, el vicepresidente 1° de la SADE.
- Luisa Valenzuela junto a las máximas autoridades de la SADE: Alejandro Vaccaro, Ernesto Isidro Fernández Núñez y Juano Villafañe.
- En la puerta de la Librería del Fondo y Centro Cultural Arnaldo Orfila Reynal junto al afiche promocional.
Algunas notas sobre las reflexiones que ofrecieron Miguel Gaya y Silvia Hopenhayn durante la presentación:
Palabras de Miguel Gaya:
El título “Novela negra” miente. Este es un libro de finales de los años ´80 y alude a la novela policial. Existen dos subtipos dentro de este género:
– La versión inglesa o de enigma, que a mí me gusta llamar victoriana, en la que suele haber un detective, investigador, de lado de la Ley, que resuelve un enigma haciendo que las cosas se retrotraigan al momento de la irrupción del delito, como cuerpo extraño. O por lo menos se retoma el equilibrio alrededor del té.
– La versión norteamericana o negra, o social, que aparece en USA alrededor de los años ´30 con influencias del comic, el cine de gánsters y la literatura de izquierda. Una suerte de realismo socialista hollywoodense. Allí hay un enigma que requiere la participación de un detective, generalmente en sordina, para resolver el tema sin agitar las aguas, y que se comporta como un elefante en un bazar: genera más caos, más delitos, varias muertes, un poco de sexo misógino y muy poco glamour. Al final, lo que se logra no es un retorno a la normalidad, sino la exposición de las tripas de una sociedad corrupta, que es lo que se quería en verdad demostrar.
En nuestro caso, no sucede ni una cosa ni la otra. Hay un asesinato, es cierto, al comienzo nomás de la novela y casi antes de que empiece. Y encima matan a un personaje hermoso, una chica divina, actriz, linda, amable, capaz de cocinar una sopa bien maternal. Pero de ahí no sale una novela negra. No hay detectives, no hay crimen organizado, no hay policías corruptos ni ricos con fortunas de origen dudoso. Así que vaya uno a saber por qué se llama “novela negra”. Tal vez sea porque hay muchas escenas nocturnas, o porque habla de la negra noche del alma.
Pero después aclara “con argentinos”. Y yo quiero avisar que en realidad el protagonismo acá no es de los argentinos, o no es sólo de los argentinos. Además, hay otro montón de personajes que no son argentinos y son también entrañables. Pero el protagonista, LA protagonista, para mi humilde percepción, es la ciudad de Nueva York. Pero no cualquier Nueva York, sino una ciudad signada por la oscuridad, amenazadora y fascinante. Sin duda, la ciudad es protagonista, y se muestra de un modo que acompaña y resignifica las peripecias de los personajes. Que sí, son argentinos, ¿pero podrían no serlo? Para saberlo habrá que leer esta novela…
Palabras de Silvia Hopenhayn:
Estamos ante un: Amor negro de novela / Novela argentina de negro amor / Novela sobre el “tan matado amor”…
Esta historia empieza en Nueva York con UN ASESINATO-SIN-SENTIDO (¿no sentido?, ¿sin sentido?), o casi sin sentido, aparente. Porque el sentido se desplaza y Luisa lo persigue, lo estrangula y finalmente lo asiste.
Empieza con el asesinato de Agustín a una actriz, Edwina, por una sopa, una copa…: “Un motivo tenía, sin embargo, para dirigir sus pasos hasta Little Italy y comprar un revolver. Ninguno para acercarlo a la sien de la mujer y disparar”. La falta de motivo es pues el motivo de la novela.
A diferencia de El Túnel, de Ernesto Sábato, donde también el asesinato aparece en las primeras páginas (Juan Pablo Castel cuenta en primera persona que mató a María Iribarne), o de Crimen y Castigo, de Fiódor Dostoyevski, donde Raskolnikov también comete al principio un segundo crimen casi sin sentido, Novela Negra es más novela negra, más Chandler, Thompson, con Highsmith, no tan misógina, más carnal, arriesgada…
El asesino es escritor. Y tiene una cómplice, de su escritura y de su crimen: Roberta. Ella no mató ni sabe por qué Agustín mató, pero sabe que mató. Ella elige a Agustín POR su crimen. Elige el peligro en vez del baile. Le gusta no saber. Ella también es escritora, desde el cuerpo (“El secreto es res, non verba”, dice). Es fuerte, y débil: “¡Quereme, carajo!”, exclama.
Todas las mujeres de esta novela resultan curiosas. Roberta es llamada “Princesa del metalenguaje” por Lara, otro personaje de esta novela, a quien Roberta llama “Reina del Disparate”. Y luego está la narradora, tan presente, manipuladora y finalmente cómplice, piadosa, que califica a sus personajes para entender mejor cuándo se les escapa.
Así es como se encuentran estos dos escritores, para AMAR, MATAR, SABER, ESCRIBIR. Cuando Roberta conoce a Agustín, pierde el hilo de la novela que está escribiendo, se deja llevar por la vida peligrosa de Agustín. Cuando Agustín mata a Edwina, no puede seguir escribiendo hasta comprender por qué lo hizo. El crimen detiene así la escritura de cada uno y da comienzo a la novela que leemos. Agustín mata para no escribir y la narradora escribe con eso.
Algo que aparece en el libro, muy interesante como “plot”, incluso para repensar el “móvil”, es que: “hay acciones que no sabemos a quién le pertenecen”. ¡Vaya si eso no cambia todo lo que se piensa…! Lo interesante es que acá se mezclan las acciones de ESCRIBIR, AMAR, MATAR. Por eso EL MOTIVO, es DEL ASESINO, pero también del ESCRITOR: “entender los motivos, como autor…” Y el motivo también puede ser una mala práctica de la literatura: Agustín dice que es “fiel a las lecturas locales (novelas americanas negras baratas) e infiel a la escritura”. Interesante: ¿serán las lecturas sus amantes y la escritura su mujer?
La relación de Agustín y Roberta es bella, dolorosa. Ella primero no le cree y luego encuentra el revolver en su bolsillo, revisando su departamento. En ese momento piensa: “Mejor creerlo asesino que preso de una pavorosa alucinación”. Y él es un hombre que se pregunta lo que ella le responda. O sea que puede estar primero la respuesta de la mujer para dar lugar a la pregunta del hombre… Él le dice: “¿Te acordás cuando me dijiste que escribías para no morir? Yo en cambio acabo de descubrir, y es horrible, que muero para no escribir” (donde dice muero, es porque primero mató…) Y ella le responde: “Agustín, parala, venite para acá y hablamos.”
Lo interesante es que Luisa no se limita, dentro del género, al lugar del crimen, al arma, o al motivo… Siempre hay algo que trastocar en el ejercicio de un género y aquí se trata de la escena suprimida, la escena que no está en el escenario, ni tampoco está en ninguna parte, la otra escena que no es detrás de escena… A veces se mata o se ama o se escribe en una escena a la que no se puede acceder, porque está en otra dimensión de uno, y fue un momento en el que se entró y salió de escena…
También Luisa diferencia matar de “dar muerte”, como si la intención estuviera justamente en esa otra escena…: “A veces en el otro uno busca matar alguna marca, un símbolo. No por eso debe convertirse en asesino, no tiene por qué matar de muerte verdadera. A veces uno necesitaría matar esa parte de sí tan propensa a dar muerte… sin por eso enredarse en la viscosa realidad como en una telaraña. Matar sin matar, matando. La frase lo tomó de sorpresa, hizo de resorte y lo puso de pie de un salto, como para huir de sí mismo o arrancarse de su propio pellejo. Vacío, quedó mirando con asombro infinito los almohadones que conservaban la forma de su cuerpo.”
¡Qué novela!… Negra con argentinos… de novela…negra con argentinos… de novela…negra con argentinos… de novela negra con… Y así sucesivamente.