Presentaciones

Julián Gorodischer

Fragmento de su presentación en el Salón de Honor. Centro Cultural Kirchner, 13 de diciembre 2021

Quien abduce –como diría Carlo Guinzburg- se va por las ramas, por las tangentes; ingresa y sale en forma recurrente de la escena narrada para que algún elemento del “Fuera de campo” o del “Borde” (esas zonas de verdades, tan amadas por Luisa Valenzuela) se haga presente y expanda su sentido de lo trascendente.

De eso se trata Fiscal Muere: de un modo de establecer conexiones. “En su mejor estilo indagatorio, es decir, al bies, dejando caer alguna observación, una pregunta que no llevaba signo, algo como al descuido que iba minando la capa de desconfianza o indiferencia de su interlocutor” (a quien se describe es al ex comisario Masachesi).

La trama puede saltar de pasado a presente disparada por un significante asociado, siguiendo el método de aproximación a la presa del rastreador, el detective y el psicoanalista. No es casual, si el desafío narrativo es –como se dijo- del orden de lo abductivo, que aparezca luego en esta historia una verdad revelada desde la palabra de la psicoanalista con apellido de pintor.

(….)

Qué coraje el de esta narradora: de tomar por el cuello a la actualidad y de hacerla relato; la pasa por la mente y el cuerpo del personaje; la conoce de cerca al detalle y la ficcionaliza; se la apropia; es la contracara de la noticia falsa; es: la noticia ficcionalizada, con un brillo que trasciende al fact checking; porque hay una mente que piensa, que hila, que elucubra, que abduce; una lectora activa que procesa y reclama el poder y al poder el digerir e interpretar como en un viejo tiempo letrado argentino perdido que, quizás, sea un mito idealizado o un anhelo disuelto entre pantallas y telefoninos –como diría Luisa.

(…)

Deglute –esta novela- la actualidad con permiso para salirse de cauce; para volantear y, pese a lo que parezca, estar cada vez más cerca del nudo del conflicto (existencial). Ficción liberadora de la tergiversación. Ficción que es antídoto contra la Fake News. Realidad que se escapa de los diarios desacreditados y se instala en la novela, como ya pasó una vez (es el eterno ciclo de los reciclajes y los retornos, que escapa de las taxonomías literarias).

(…)

La Luisa periodista hace elogio de la miscelánea, de revista Gente y su nota popular, porque este libro dice: en las páginas destinadas a lo efímero también habita la literatura. Hay, aquí, Nuevo Periodismo, periodismo del yo, periodismo performático: lo moderno está en ella, en un “fuera del tiempo cronológico” que caracteriza a las vanguardias, desde la anticipación. “Para romper la solemnidad de la entrevista”, dice la Luisa entrevistadora del artista Carlos Alonso, y esa señal marca al conjunto: acá no van a encontrar escenas pactadas ni pautadas, ni estandarizadas, sino encuentros, en un sentido genuino.

(…)

Transgredir, infiltrar, hacer de la prosa de prensa un reservorio de técnicas y osadías lingüísticas. Ejercer con maestría la rotación del punto de vista. Hacer dialogar con fluidez y reproducción exacta de los modos del habla a sus criaturas: esos son los talentos que Luisa despliega en diarios y revistas.

(…)

Y yo diría: de un modo de ser y de escribir moderno independiente de las décadas, sin edad, no apto para categorizaciones imbéciles sobre lo que es lo nuevo o lo joven, reclamando sin énfasis: “Yo soy lo nuevo”, “Yo soy lo joven”.

Su nombre es Luisa. Y su apellido es Valenzuela.

Fiscal muere me sorprendió más por lo que no esperaba encontrar que por lo que Luisa me dijo que había descubierto al escribirla. Claro que fui llevada por la curiosidad, pensé, “suicidio o asesinato… Bueno finalmente vamos a saberlo”, “¿será que ficción zurce la grieta?”… Sin duda lo político y lo poético se dan la mano en este libro.  Entonces, cuando la empecé a leer, me encontré con una novela policial que renovaba el género, no sólo cambiando el estatuto del detective, sino la investigación misma. Sus personajes son tan entrañables, que me atrapó sentimentalmente desde las primeras páginas, al mismo tiempo que la novela siembra el enigma y el propio afán de revelarlo. Es muy importante que su protagonista sea un EXCOMISARIO, el “ex” libera una nostalgia que será condimento del apetito indagador. La relación del excomisario Masachesi con Teldi – con quien compartía en su juventud la pasión por los libros- ilumina la oscuridad de la trama, con humor y sensibilidad.

De allí que Luisa consigue no solo renovar la figura del detective, sino producir un vínculo a través de la escucha. Uno se hace cómplice de esa relación preciosa entre el ex comisario y Teldi, vamos leyendo la novela que ella le alcanza, -que es una novela de investigación del inconsciente- junto con el relato que él a su vez le cuenta. Entre los dos entretejen y resuelven una realidad oscura y tenebrosa.

Un personaje advierte: “los libros son objetos sagrados”, pero la ficción no sacraliza, ustedes ya conocen como escribe Luisa, todo lo contrario, suelta la lengua y al combate. Y además  hace algo genial, que en esta novela lo volvemos a encontrar, el juego con las frases hechas, que no es lo mismo que el lugar común. Como si al escribir le vinieran ciertas frases hechas, cabritos de la lengua saltando sobre su prosa, (pensaba en lo que le pasa a Sancho Panza con los refranes, vieron que Sancho en un momento dado, abre la boca y si bien no corresponde al diálogo, salta un refrán. Y Quijote le dice que la cierre, pero él simplemente le dice que no puede cerrar la boca, que cuando la abre saca los refranes). En el caso de Luisa es impresionante como ella enlaza las frases hechas, literariza las metáforas y le devuelve a lo que uno muchas veces repite, un sentido completamente nuevo. Recuerdo una frase de Juan José Becerra, “El mayor de los accidentes ocurre cuando abrimos la boca para hablar”, Luisa sabe de esos accidentes y los vuelve completamente literarios.

Cristian Alarcón

Fragmento de su presentación en el Salón de Honor. Centro Cultural Kirchner, 13 de diciembre 2021

Entonces estamos en esta celebración de dos libros, creo que en un punto, de cierto privilegio de poder ir de aquella narradora de lo real, que busca en lo real permanentemente lo singular y lo oblicuo, esa mirada que sí, es horizontal, pero es dentro de lo horizontal muy oblicua, va a ir siempre a buscar más allá del horizonte. El horizonte es sí, es una propuesta, es un desafío, pero pronto esta Luisa, de una curiosidad extrema se va a desviar del camino, y nos va a contar aquello que ni nosotros sabíamos que queríamos saber, pero nos convence de qué era lo que teníamos que saber.

(…)

Y en esa operación intelectual, creativa, artística, es en donde creo yo se basa esta extraordinaria novela, “Fiscal Muere”.

(…)

Hay como un ponernos en juego, es como en una fiesta después del segundo trago cuando ya entonces fluye la inteligencia y la sensibilidad a través del lenguaje. Y en el lenguaje es donde nos encontramos, el lenguaje en el que sabemos que nos parecemos en algo, que tenemos que ver que es que el otro me responde, estamos en esa lectura, y es una lectura que supera lo real en donde ya nuestra propia biografía, nuestra propia trayectoria, nuestra tragedia personal, nuestra neurosis, aquello que nos agobia deja de agobiarnos. En esta novela, deja de agobiarnos lo real por imperio de lo real, porque el atrevimiento es convocarnos a dilucidar quizás el caso más famoso, más debatido y más políticamente dañino que haya tenido la democracia en los últimos treinta años, no sé si se puede comparar el caso Nisman a otros casos, como el de Cabezas, como el de tantos, misterios o no misterios que la justicia resolvió o no resolvió, Maldonado, en fin.

Fiscal muere me sorprendió más por lo que no esperaba encontrar que por lo que Luisa me dijo que había descubierto al escribirla. Claro que fui llevada por la curiosidad, pensé, “suicidio o asesinato… Bueno finalmente vamos a saberlo”, “¿será que ficción zurce la grieta?”… Sin duda lo político y lo poético se dan la mano en este libro.  Entonces, cuando la empecé a leer, me encontré con una novela policial que renovaba el género, no sólo cambiando el estatuto del detective, sino la investigación misma. Sus personajes son tan entrañables, que me atrapó sentimentalmente desde las primeras páginas, al mismo tiempo que la novela siembra el enigma y el propio afán de revelarlo. Es muy importante que su protagonista sea un EXCOMISARIO, el “ex” libera una nostalgia que será condimento del apetito indagador. La relación del excomisario Masachesi con Teldi – con quien compartía en su juventud la pasión por los libros- ilumina la oscuridad de la trama, con humor y sensibilidad.

De allí que Luisa consigue no solo renovar la figura del detective, sino producir un vínculo a través de la escucha. Uno se hace cómplice de esa relación preciosa entre el ex comisario y Teldi, vamos leyendo la novela que ella le alcanza, -que es una novela de investigación del inconsciente- junto con el relato que él a su vez le cuenta. Entre los dos entretejen y resuelven una realidad oscura y tenebrosa.

Un personaje advierte: “los libros son objetos sagrados”, pero la ficción no sacraliza, ustedes ya conocen como escribe Luisa, todo lo contrario, suelta la lengua y al combate. Y además  hace algo genial, que en esta novela lo volvemos a encontrar, el juego con las frases hechas, que no es lo mismo que el lugar común. Como si al escribir le vinieran ciertas frases hechas, cabritos de la lengua saltando sobre su prosa, (pensaba en lo que le pasa a Sancho Panza con los refranes, vieron que Sancho en un momento dado, abre la boca y si bien no corresponde al diálogo, salta un refrán. Y Quijote le dice que la cierre, pero él simplemente le dice que no puede cerrar la boca, que cuando la abre saca los refranes). En el caso de Luisa es impresionante como ella enlaza las frases hechas, literariza las metáforas y le devuelve a lo que uno muchas veces repite, un sentido completamente nuevo. Recuerdo una frase de Juan José Becerra, “El mayor de los accidentes ocurre cuando abrimos la boca para hablar”, Luisa sabe de esos accidentes y los vuelve completamente literarios.

Jorge Elbaum

Fragmento de su presentación en el Salón de Honor. Centro Cultural Kirchner, 13 de diciembre 2021

(…) me parece que ahí hay una decisión política literaria de asumir la responsabilidad de trabajar un tema como éste desde la ficción que efectivamente, como dice la última línea de la novela, “Será un libro de ficción, única manera de abordar la verdad en los tiempos que corren”, cosa con la cual coincido absolutamente porque hay una ficción que se ha construido, que se viene construyendo. Algunos pueden llamarla fake news, etc, que es también una ficción, que es también sin duda un relato. Pero al tratar de llegar a abordar, como hace Luisa en una novela, la problemática específica de lo que fue para la historia reciente, yo siempre digo que el caso de Nisman contribuyó fuertemente al triunfo del macrismo a fin del año en el cual se suicidó.

Obviamente que ir por el lado de la ficción es una apuesta mucho más interesante que la realidad, siempre. Se llega mucho más rápido por el lado de la ficción, más allá de las hipótesis, se llega más rápido porque se entiende  -y creo que Luisa lo hace bien- algo que está presente en el sustrato más profundo de esta historia trágica y que tiene con que las personas son monigotes, mascarones de proa de escenas mucho más intensas del poder omnímodo y geopolítico; y esa es la apuesta fundamental, me parece. No les quiero contar la novela, les pido por favor que la lean porque se van a divertir mucho además. Pero tiene que ver con eso, con una apuesta a liberarse justamente del constreñimiento, de esa ficción construida desde el poder mediático, jurídico, geopolítico que nos va envolviendo hasta al límite de construirnos como sujetos odiantes.

Me sentía reconfortado porque Luisa efectivamente es parte de esa escena, que bien se dijo recién, tiene que ver con algo que Roberto Hals nos endilgó a muchos de nosotros: que en el detalle está el universo; en el detalle, en lo aparentemente lateral, hay un encuentro con lo importante. Y es curiosamente, creo, lo contrario de lo que se hace hoy por hoy en esta lógica mediática tan fascista, que es agarrar al bulto, encontrar en esa cosa brutal algún tema de supuesto debate.

Así que agradecido Luisa realmente de corazón, y a todos ustedes que están acá presentes, gracias.

Fiscal muere me sorprendió más por lo que no esperaba encontrar que por lo que Luisa me dijo que había descubierto al escribirla. Claro que fui llevada por la curiosidad, pensé, “suicidio o asesinato… Bueno finalmente vamos a saberlo”, “¿será que ficción zurce la grieta?”… Sin duda lo político y lo poético se dan la mano en este libro.  Entonces, cuando la empecé a leer, me encontré con una novela policial que renovaba el género, no sólo cambiando el estatuto del detective, sino la investigación misma. Sus personajes son tan entrañables, que me atrapó sentimentalmente desde las primeras páginas, al mismo tiempo que la novela siembra el enigma y el propio afán de revelarlo. Es muy importante que su protagonista sea un EXCOMISARIO, el “ex” libera una nostalgia que será condimento del apetito indagador. La relación del excomisario Masachesi con Teldi – con quien compartía en su juventud la pasión por los libros- ilumina la oscuridad de la trama, con humor y sensibilidad.

De allí que Luisa consigue no solo renovar la figura del detective, sino producir un vínculo a través de la escucha. Uno se hace cómplice de esa relación preciosa entre el ex comisario y Teldi, vamos leyendo la novela que ella le alcanza, -que es una novela de investigación del inconsciente- junto con el relato que él a su vez le cuenta. Entre los dos entretejen y resuelven una realidad oscura y tenebrosa.

Un personaje advierte: “los libros son objetos sagrados”, pero la ficción no sacraliza, ustedes ya conocen como escribe Luisa, todo lo contrario, suelta la lengua y al combate. Y además  hace algo genial, que en esta novela lo volvemos a encontrar, el juego con las frases hechas, que no es lo mismo que el lugar común. Como si al escribir le vinieran ciertas frases hechas, cabritos de la lengua saltando sobre su prosa, (pensaba en lo que le pasa a Sancho Panza con los refranes, vieron que Sancho en un momento dado, abre la boca y si bien no corresponde al diálogo, salta un refrán. Y Quijote le dice que la cierre, pero él simplemente le dice que no puede cerrar la boca, que cuando la abre saca los refranes). En el caso de Luisa es impresionante como ella enlaza las frases hechas, literariza las metáforas y le devuelve a lo que uno muchas veces repite, un sentido completamente nuevo. Recuerdo una frase de Juan José Becerra, “El mayor de los accidentes ocurre cuando abrimos la boca para hablar”, Luisa sabe de esos accidentes y los vuelve completamente literarios.

Silvia Hopenhayn

Fragmento de su presentación en Loro Negro, Buenos Aires, 21/10/21

Consagrada a indagar en la palabra y el origen de las historias, a lo largo de una insigne carrera dedicada a la ficción, el ensayo y el periodismo, Luisa Valenzuela escribe una novela en la que las vidas de sus dos protagonistas confluyen: la unión y el amor de estos personajes develará la trama conspirativa de un suceso que conmovió a un país entero y que lo transformó por completo, y que además pone las vidas de sus personajes en peligro.

Se llama Fiscal muere, y lo publica Interzona. Hacia el final del enigma, claro, una sorpresa…¿Cuál es la verdadera trama de esa muerte? Una ficción con resonancias actuales, que seguramente va a dar que hablar.

Fiscal muere me sorprendió más por lo que no esperaba encontrar que por lo que Luisa me dijo que había descubierto al escribirla. Claro que fui llevada por la curiosidad, pensé, “suicidio o asesinato… Bueno finalmente vamos a saberlo”, “¿será que ficción zurce la grieta?”… Sin duda lo político y lo poético se dan la mano en este libro.  Entonces, cuando la empecé a leer, me encontré con una novela policial que renovaba el género, no sólo cambiando el estatuto del detective, sino la investigación misma. Sus personajes son tan entrañables, que me atrapó sentimentalmente desde las primeras páginas, al mismo tiempo que la novela siembra el enigma y el propio afán de revelarlo. Es muy importante que su protagonista sea un EXCOMISARIO, el “ex” libera una nostalgia que será condimento del apetito indagador. La relación del excomisario Masachesi con Teldi – con quien compartía en su juventud la pasión por los libros- ilumina la oscuridad de la trama, con humor y sensibilidad.

De allí que Luisa consigue no solo renovar la figura del detective, sino producir un vínculo a través de la escucha. Uno se hace cómplice de esa relación preciosa entre el ex comisario y Teldi, vamos leyendo la novela que ella le alcanza, -que es una novela de investigación del inconsciente- junto con el relato que él a su vez le cuenta. Entre los dos entretejen y resuelven una realidad oscura y tenebrosa.

Un personaje advierte: “los libros son objetos sagrados”, pero la ficción no sacraliza, ustedes ya conocen como escribe Luisa, todo lo contrario, suelta la lengua y al combate. Y además  hace algo genial, que en esta novela lo volvemos a encontrar, el juego con las frases hechas, que no es lo mismo que el lugar común. Como si al escribir le vinieran ciertas frases hechas, cabritos de la lengua saltando sobre su prosa, (pensaba en lo que le pasa a Sancho Panza con los refranes, vieron que Sancho en un momento dado, abre la boca y si bien no corresponde al diálogo, salta un refrán. Y Quijote le dice que la cierre, pero él simplemente le dice que no puede cerrar la boca, que cuando la abre saca los refranes). En el caso de Luisa es impresionante como ella enlaza las frases hechas, literariza las metáforas y le devuelve a lo que uno muchas veces repite, un sentido completamente nuevo. Recuerdo una frase de Juan José Becerra, “El mayor de los accidentes ocurre cuando abrimos la boca para hablar”, Luisa sabe de esos accidentes y los vuelve completamente literarios.